He estado pensándolo y he llegado a la conclusión de que mi tía Valle olía a aceite de jojoba y ginseng y creo que sé a que huelen todas mis tías, la tía Teresa olía a una crema para el pelo de wella, la tía Nivaria a germen de trigo y jalea real, la tía Maritza a aceite de almendras, la tía Leya a mango y mi Nere a suspiros y ponche crema.
Todas esas fragancias son recuerdos de mi infancia, recuerdos de momentos felices, momentos que sólo las tías son capaces de producir, todos los niños deberían tener al menos una tía, no importa que no sea de sangre, hay tías postizas que pueden hacer el mismo efecto. Momentos tan especiales como cuando íbamos al aeropuerto a buscar a mi tía Valle, como esos paseos por la playa recogiendo conchas o como cuando me llevó al cine a ver "la historia sin fin".
En momentos como este es cuando lamento la distancia, me duele no haber estado a su lado, pero pienso en todos los momentos que vivimos juntas y en su olor a jojoba y eso me hace sentir mejor.