sábado, 28 de junio de 2014

Mi miedo lo condiciona


Ayer por primera vez mi hijo de 5 años estuvo en la piscina sin churro, ni manguitos, ni flotador de ningún tipo. Hasta hace muy poco ir con él a la piscina parecía más un castigo que un momento de diversión, pero este verano los dos nos hemos propuesto vencer nuestros miedos y que aprenda por lo menos a flotar. Yo quería que fuera a clases de natación hace como 3 años y esto nos costó un disgusto en casa, su padre dijo que no, porque le iba a dar otitis... y no fué. 
Bueno, ayer al ver a mi niño en la piscina, recordé mis clases de natación, yo me lo pasaba bien en el agua, pero no me gustaba tener que esforzarme en ciertos ejercicios y menos aún el calentamiento (teníamos que correr por una pista de atletismo que había alrededor de la piscina antes de entrar al agua), esto me hacía protestar cada vez que tenía natación y a esto se le sumó el hecho de que me salieran unas burbujitas de agua en las axilas y me sacaron de las clases de natación.
Ayer sentada en el bordillo de la piscina mientras veía a mi hijo con su padre, disfrutando de estar allí como un niño mayor, estuve todo el rato pensando en como influyen nuestros miedos en el desarrollo social y personal de nuestros hijos y pensé en otras situaciones:
Un día que mi marido se atragantó con una espina de pescado y al contárselo a su madre, ella le dijo impulsivamente: "ya sabes lo que tienes que hacer, no comas más pescado" ehhhh??? ¿esa es la solución? Si la niña protesta porque tiene que calentar antes de nadar, la sacamos. Si el niño se traga una espina, que no coma más pescado. Y yo me pregunto, ¿no sería mejor hacerle entender que el calentamiento es necesario, o sentarnos a enseñarle a quitar las espinas, en lugar de decirle que no coma pescado?
En el fondo, cuando hacemos estas cosas o cuando buscamos excusas para que los hijos no hagan ciertas actividades, lo que estamos manifestando es nuestro miedo a que les pase cualquier cosa, un miedo irracional en algunos casos. Cada vez que mi hijo viene del colegio con una circular que anuncia una excursión, lo paso tan mal... comienza a librarse una batalla interna entre mi cerebro y mi corazón, por un lado está esa angustia que siento al saber que tiene que subir a un autocar, ir a no se cuantos km de distancia del colegio, comer quien sabe que, beber agua de cualquier botella, que le dé el sol sin protección, etc, etc, etc. Por otro lado está la certeza de saber que se lo va a pasar en grande, que será una experiencia que recordará toda la vida, que ir a una excursión con sus compañeros de clase lo harán formar parte de un grupo que comparte más allá de las aulas y entonces me digo a mi misma: Marta, no le va a pasar nada, tienes que confiar en los profesionales, el señor conductor ha sido preparado para llevar el autocar, los profes y monitores están perfectamente capacitados para manejar el grupo y cuidar que nada malo les pase, los que preparan la comida saben lo que hacen, estarán en un lugar controlado y preparado para recibir grupos de niños y aún con todos mis miedos, me armo de valor y firmo el dichoso papelito. 
Las primeras veces, hablaba con el conductor, revisaba los cinturones de seguridad, me quedaba llorando en silencio, llamaba al sitio donde iban para saber si habían llegado bien y no contaba nada a nadie, porque sabía que mi miedo no tenía razón de ser, ahora me quedo para despedirlos junto con otras mamás y aunque me sigue dando miedo ya no soy tan paranoica y me siento mejor conmigo misma, me siento orgullosa de que mi cerebro vaya ganando esas batallas internas, porque se que todo lo bueno que le aportan estas excursiones a mi hijo superan todo lo malo que me aportan a mi. Todavía no estoy preparada para se vaya de campamento a dormir una semana fuera de casa o para que se vaya a la playa con los abuelos, pero tiempo al tiempo, seguro que cuando tenga 15 ya no me dará tanto miedo jejeje.

miércoles, 25 de junio de 2014

¿Quién gana en casa?

No conozco ningún niño al que no le guste ganar, están en un constante pulso por imponerse. Dependiendo de la edad, lo expresan de una forma u otra, los bebés lloran, luego vienen las rabietas (algunos se quedan más de la cuenta en esta etapa), luego te retan, lloran, vomitan, desobedecen, te ignoran, cada uno busca la manera de hacer su voluntad y van aprendiendo a medida que sus "técnicas" les dan resultado. 
Los adultos somos los que tenemos que decidir cuando esas técnicas darán resultado y cuando no, obviamente que algunas veces tenemos que dejarlos ganar, pero hay temas que no se negocian, por ejemplo, sentarse en la sillita del coche con el cinturón de seguridad bien atado o dar la mano para cruzar la calle, esto NO se negocia.
Sí hablamos de la comida, yo opino que hay que predicar con el ejemplo (como en todo) no podemos pretender que el niño coma de todo si nosotros no lo hacemos, es necesaria cierta flexibilidad y dejarlos ganar de vez en cuando, pero tenemos que tener claro el objetivo que nos hayamos propuesto. El mío es que mi hijo pruebe todas las comidas, por ahora vamos bien, aunque alguna vez me dice que no le gustan las lentejas, entonces le digo que tienen chorizo asturiano o que las verduras son de Murcia y ya cambia la cosa. Cuando un niño prueba algo por primera vez, lo más normal es que lo rechace, como cuando vamos a otro país y nos cuesta probar algo "raro", piensa que lo que es normal para nosotros, puede no serlo tanto para otras culturas, sino prueba a darle pulpo a un rumano, o ve a China y prueba sus suculentos manjares a la primera. Pues, lo mismo pasa con los niños, están recién llegados a este mundo y si al principio solo prueban purés y papillas, esos serán los sabores normales para ellos, si por comodidad nos quedamos mucho tiempo en esta etapa, luego será mucho más difícil que se atrevan con otras cosas, conozco casos de niños de 4 años que todavía toman puré y biberón porque es más cómodo darle la comida así, porque los padres pasan de discutir para que coma sólido, yo no creo que esto sea positivo para el niño, tampoco es que le vamos a dar un muslo de pollo con 2 meses, pero empezar con la terapia de los olores que os conté aquí, puede ser una buena forma de empezar. 
Sea cual sea la situación que vayamos a enfrentar (la comida, la siesta, el baño, los deberes) funcionan mejor si no entramos en conflicto. El niño intentará imponerse, algunas veces podremos ceder y otras no, pero no podemos ofrecer castigos que luego no cumpliremos, no le podemos decir que si no se come la ensalada se va a dormir sin cenar, a menos que estemos seguras de poder cumplirlo, pero de nada servirá decir esto y luego hacerle unas patatas fritas. Yo no disputo una batalla con mi hijo si no tengo claro que voy a ganar, prefiero ponerle un poquito de ensalada y completarle la cena con algo que le guste más y le ofrezco que al menos lo pruebe, o que alterne los trocitos de uno y otro, o que lo mezcle todo, pero que cumpla mi objetivo sin darse cuenta.
Si él quiere empezar una batalla y yo tengo claro que no voy a ceder, directamente no le hago caso y le repito que si no recoge los juguetes no vamos al fútbol, por ejemplo. Esto me funciona siempre y cuando mantenga la calma, si el me ve tranquila, enseguida entiende que por más que luche, no ganará y decide que le sale mejor abandonar la lucha y ponerse a recoger, antes que perderse el entrenamiento, pero repito, esto sólo debe hacerse si estamos dispuestos a cumplirlo. 
Hace unas semanas vi a una mamá ofrecerle 10 castigos diferentes a su hijo si no se comía lo que tenía en el plato, el niño quería otra cosa y eso nunca lo había probado, la batalla duró como 10 minutos y al final el niño se comió lo que quería desde el principio. Esta situación no le enseña nada al niño, visto desde afuera la discusión era completamente absurda, todo el mundo sabía que la madre no ganaría y que no habría ninguna consecuencia, todos menos ella. 
Algunas veces puede resultar muy difícil mantener la calma, pero somos adultos y se supone que también somos más inteligentes que los niños y tenemos que darle la vuelta a la situación y hacerla favorable para todos. Debemos salirnos y ver la escena desde afuera, muchas veces la distancia nos da una mejor perspectiva.


lunes, 23 de junio de 2014

Mamá pastelera


Todas las mamás somos pasteleras, tenemos el horno más perfecto que existe y de nuestro ser salen los más ricos bizcochitos jamás imaginados.
Somos unas artistas, capaces de convertir ese pedacito de gente que nos dan en el hospital en auténticas obras de arte. 
Es como si hiciéramos galletas, hay que dar con la mezcla correcta de ingredientes para que la masa tenga el sabor, textura y consistencia adecuados. Necesitamos aportarle mucha dulzura, pero con una buena harina que les de fuerza, sin pasarnos en la mantequilla para que no se desmoronen, cuando tenemos la masa a punto, hay que darle forma y aplicar ese calorcito del hogar que hacen que nuestras galletas sean maravillosas.
Pero, no siempre resulta fácil dar con las proporciones correctas, si hicieramos galletas podríamos tirar la masa y empezar otra vez, pero con un hijo no, con los hijos tenemos que seguir amasando y tratar de equilibrar la mezcla. Es un experimento constante, cada día estamos expuestos a que se nos estropee la masa, bien porque nos pasamos con algún ingrediente o bien porque algún factor externo nos la contamina, por eso no podemos bajar la guardia en ningún momento, tenemos que asegurarnos de mantener limpia la zona de trabajo, de filtrar el aire que nos entra por la ventana, de vigilar quien entra en nuestra cocina, un día hay que amasar con la mano derecha, otro día con la izquierda, otros días con las dos manos, también hay que dejar reposar la masa para que pueda crecer como los buenos panes.
Ufffff puede ser agotador este trabajo, pero es tan gratificante ver el fruto de nuestro esfuerzo. ¡Me encanta ser pastelera! 
Ahora os dejo, me voy a desayunar un bizcochito que se acaba de despertar.
      
                                                    

viernes, 20 de junio de 2014

¡Gracias profe!


Que difícil es ese momento de elegir el colegio para nuestros hijos, cuantas dudas, cuantas opciones... Fuimos a todas las jornadas de puertas abiertas, hablamos con los directores de los colegios que nos gustaban, hay tantas cosas a tener en cuenta que me parecía un proceso súper complicado. 
Afortunadamente nos tocó el colegio seleccionado, pero aún así tenía claro que el colegio es sólo una parte, lo más importante, sobretodo en esta etapa, es la profe y más vale que sea buena porque son tres años los que pasan los niños con ellas.
Cuando empezó el curso pasado (primero de infantil), alguien me preguntó quien era la profe de mi hijo y cuando le dije el nombre, su respuesta fue contundente, me dijo: "piensa que te ha tocado la lotería", y la verdad es que tenía razón, ha sido una gran suerte. Ya está terminando el segundo año de mi niño en infantil, aún le queda uno mas con ella y no puedo decir más que ¡GRACIAS!.
Es verdad que la labor del colegio y de l@s profes es la formación académica de nuestros hijos, pero la humanidad, la cercanía y la empatía son cualidades que se agradecen enormemente cuando se trata de la persona que pasa tantas horas diarias con nuestros niños.
Va para ella todo nuestro respeto como familia y nuestro agradecimiento por todo lo que le aporta a la educación integral y no sólo académica de nuestro tesoro más preciado.
Para celebrarlo, hemos hecho unas galletitas y Adrián le ha escrito una carta:





Además, como va siendo costumbre desde la guardería, hemos preparado otras galletitas para los compañeros. En esta ocasión como el proyecto del último trimestre era de piratas, hemos hecho piratas personalizados, con su pelito y los colores de sus equipos de fútbol en el pañuelo, por supuesto.

  


Feliz verano para todos y el próximo curso esta aventura continuará.

domingo, 15 de junio de 2014

No lo sentencies

Tanto va el cántaro al río hasta que al final se rompe, esta frase que indica que el repetir muchas veces una acción puede desencadenar en un resultado nefasto, me viene muy bien para explicar lo que opino de llamarle a los niño, malos, tontos, bestias, subnormales y un sinfín de adjetivos que se usan a los ligera sin pensar en las consecuencias negativas que pueden tener estos comentarios en la vida del niño.
Hace unos días lo hablaba con unas mamás del cole y una de ellas dijo: no soporto que mi marido se refiera a mis hijos como "bestias pardas". Supongo que ese padre no lo dice en el sentido literal, pero eso no lo justifica.
Debemos pensar que la mente de los niños son tan puras e inocentes que se creen todo lo que les decimos, si estás constantemente diciéndole a tu niño ¡eres muy malo! o ¡qué tonto eres!, lo más seguro es que se lo termine creyendo y actúe como tal.
Recuerdo una escena de cuando tenía unos 11 años, estábamos en casa, mi madre, mi hermano pequeño, una vecina y yo. El niño no paraba y mi madre le decía: ¡te vas a caer!, la vecina le dijo: no lo sentencies, mejor dile te cuidado de no caerte, o bájate de allí. Esa conversacion se me quedó grabada e intento aplicar el consejo siempre. Lo mismo pasa con los adjetivos, prefiero decirle a mi hijo lo buen niño que es, lo mucho que lo quiero, lo bien que ha jugado en el partido del fin de semana y lo orgullosa que estoy de ser su madre, quiero que los recuerdos de su infancia sean positivos y que crea que es capaz de triunfar, que es capaz de alcanzar sus metas. 


jueves, 5 de junio de 2014

De mayor quiero ser...

Hoy pasamos junto al Pirulí (esa antena emblemática de Madrid, de TVE) y mi hijo me preguntó si un día podemos ir a visitarla. Esta simple pregunta desencadenó en una conversación que se iba complicando a medida que avanzaba. El caso es que le dijimos que no se puede visitar y en medio de su desilusión nos dijo que de mayor quiere ser de una antena, salir por la tele y que lo veamos, que va a salir en las noticias para que lo veamos todos los días y luego se va a pasar a los deportes, porque si sólo es jugador de fútbol, no lo vamos a ver bien por la tele. Le dijimos que parecía ser una buena idea y entonces preguntó: ¿cuánto cuesta eso? ¡¡Ufffff no veas que alegría al enterarse que hasta podrían pagarle por dar las noticias!!

Lo difícil de la conversación vino después, cuando me preguntó si podía cambiarse de trabajo cuando quisiera como lo hago yo... 
A veces siento que he vivido varias vidas: en una vida estudié música y luego fuí profesora en la misma escuela, mientras vivía mi segunda vida de estudiante de medicina, en algún momento no se muy bien por que, comencé a estudiar otra carrera simultáneamente también, así que por la mañana estudiaba medicina, por la tarde trabajaba en la escuela de música y por la noche estudiaba una licenciatura en ciencias económicas y sociales (en el cuarto año tenía que decidir si quería seguir por contabilidad, administración o economía) no fui capaz de tomar esa desicion, así que me apunté a los dos últimos años de la carrera en contaduría pública, por eso en mi cuarta vida fuí Licenciada en Contaduría, la medicina la dejé a medias, se suponía que ya esta encaminada, tenía un trabajo estable y ganaba bastante bien con 23 años. 
Dos años después, decidí vivir otra vida, esta vez no cambié de profesión, sólo de país (de Venezuela, me vine a España) a los pocos meses comencé a trabajar en "lo mío" y conseguí otra vez la estabilidad, en paralelo conocí a Sergio, nos compramos una casa, nació Adrián, nos casamos. Seguí en la misma empresa hasta que el niño tenía casi dos años, pero se me hizo muy difícil compaginar lo que llaman "vida profesional con la vida personal-familiar", entonces 11 años después, cambié de vida otra vez, la profesional claro. 
Empecé un nuevo proyecto, una cafetería-pastelería llamada a El Pequeño Café, aprendí a hacer tartas decoradas y descubrí que me encanta lo que hago, pero creo que lo que más me gusta es que tengo mucha libertad para estar con mi hijo, implicarme en el colegio, llevarlo al fútbol, no tengo dudas, la profesión que más me gusta es la de Mamá y es la que quiero desempeñar toda mi vida.
Adrián sabe toda esta historia y dice que va a hacer lo mismo, estudiar muchas cosas y cambiar de trabajo cuando quiera, esa reflexión que hizo mi hijo hoy, me hizo pensar si el ejemplo que le estoy dando a mi hijo es positivo, yo no puedo cambiar mis vidas pasadas, sólo puedo darle las herramientas para que tome las mejores decisiones, él tendrá que vivir sus propias experiencias, tendrá que cometer sus propios errores, sólo espero poder orientarlo para que descubra su camino y si tiene que cambiar de vida, que lo haga todas las veces que sea necesario hasta que encuentre la que lo haga feliz.  

lunes, 2 de junio de 2014

Como es pequeño no se entera.

¿Cuántas veces no hemos escuchado esa frase? La escucho en el parque, en el colegio, en la calle, la escucho mucho de abuelas y de madres que buscan disculpar una mala conducta de su niño, diciendo que como es pequeño no se da cuenta de lo que hace.
Yo pienso que esta frase no es cierta, los niños se enteran de todo, comprenden perfectamente lo que les decimos desde mucho antes de poder expresarlo. Yo he contado con la suerte de tener un niño que comenzó a hablar muy pronto y que me enseñó que los niños son pequeños, pero no tontos (por cierto, como me molesta oír a alguien llamarle tonto a un niño. Pero ese es otro tema y ya escribiré acerca de esto). Como te decía, los niños son capaces de comprender lo que les decimos desde muy pequeños, con dos meses mi niño ya respondía a algunas instrucciones.
¡La clave está en hablarles claro! hablarles mirándoles a los ojos y que nos miren ellos a nosotros (he leído que primero aprenden a leer los labios para poder aprender a hablar), usar un tono de voz suave y sin altibajos. Hablarles como si nos entendieran, porque en efecto, nos entienden.
Hay que explicarles todo, las cosas que parecen obvias para nosotros, para ellos no lo son tanto. Ten en cuenta que acaban de llegar al mundo y que todo es nuevo: los olores, los sabores, los colores, cada día es una aventura y podemos hacerla muy divertida.
Te cuento una anécdota con los olores: cuando Adrián nació, cada mañana salíamos a la terraza a tomar el sol, en casa tenemos un pequeño huerto con hierbas aromáticas, cada día le daba a oler una hojita y le decía como se llamaba y para que servía, también lo hacía con las frutas y la comida en general, no veas como se ponía cuando pelaba un melocotón. Cuando tenía como dos meses le di a oler un bombón, le dije esto es un Toronto y es el mejor chocolate del mundo, se abalanzó sobre el bombón y se lo tuve que quitar de la boca. Estoy segura de que esta práctica fue clave para que posteriormente no rechazara ningún alimento, al estar familiarizado con los olores es más fácil que le gustarán los sabores. 


De tal palo, tal astilla.

Nadie nos enseña a ser madres, pero nuestra relación con nuestros hijos depende de como fueron nuestros padres con nosotros.
El amor que recibimos, los castigos, las enseñanzas... Todo eso se queda grabado en lo más profundo de nuestro ser, de tal manera que sí quieres que tus hijos sean buenas personas y buenos padres, empieza a cultivar los buenos sentimientos y las buenas acciones desde que esté dentro de tu vientre.
Si fuiste una niña maltratada o infeliz, asegúrate de curar esas heridas antes de ser madre.
Es cierto que no nos dicen como ser buenas madres, pero si nos podemos preparar para serlo, debemos entender que somos nosotras las que tenemos que llevar las riendas de esa relación madre hijo, sana los recuerdos de tu infancia y tu corazón se llenará de amor para ese niño que no tiene la culpa de tu pasado.
Hace poco leí un post de un blog que desde el título ya era chocante, era algo así como: "Estoy harta de hacer que la infancia de mis hijos sea mágica"Este artículo desató una gran polémica en Facebook, a mi me sorprendió que muchas de mis amigas estuvieran de acuerdo con el artículo, es cierto que la infancia es mágica, pero es nuestra responsabilidad crear un ambiente idóneo para que los niños descubran esa magia. Yo recuerdo perfectamente las manualidades que hacía con mi madre, las excursiones al río con mi padre, recuerdo cada uno de mis cumpleaños y un montón de detalles que aunque pase mucho tiempo seguirán allí, guardaditos en mi cofre de tesoros, detalles que me hacían creer que la vida era perfecta (aunque no lo fuera), si mis padres no hubieran creado todo ese escenario para mí, estoy segura de que mi maternidad sería diferente.